A comienzos de diciembre, la inteligencia estadounidense estaba segura: el hombre que ocupaba el piso más alto de una casa cualquiera en Atme, al norte de Siria, que nunca dejaba el edificio y solo salía para tomar una ducha en el techo, era el jefe del grupo Estado Islámico (EI). 

En la Sala de Crisis de la Casa Blanca se construyó una maqueta de la casa y se le informó al presidente Joe Biden sus opciones para neutralizar a Abu Ibrahim al Hashimi al Qurashi, uno de los yihadistas más buscados por Estados Unidos. 

Funcionarios estadounidenses dicen que podrían haber matado a Qurashi fácilmente, pues el año pasado lograron su ubicación hasta identificarla con la precisión necesaria para un ataque de misil.

Pero Biden eligió un camino más arriesgado, dijo un alto funcionario estadounidense que dio detalles a los periodistas sobre el asalto.

Según el funcionario, el Pentágono buscó reducir la posibilidad de causar la muerte de civiles que cohabitaban la casa de hormigón de tres niveles, ubicada en medio de árboles de olivos cerca de la frontera con Turquía.

El asalto de las Fuerzas de Operaciones Especiales en la madrugada del jueves fue "increíblemente complejo", admitió el funcionario, debido a la cantidad de viviendas cercanas y a la presencia de mujeres y niños en el edificio.

Al final, cuando las tropas de élite rodearon la casa y pidieron a los ocupantes que salieran, Qurashi hizo detonar una explosión que lo mató junto con su esposa y sus dos hijos, un desenlace para el que las fuerzas se habían preparado pero que esperaban no sucediera.

La operación fue ensayada en detalle varias veces, dijo el funcionario.

Las Fuerzas especiales estaban entrenadas para todo, desde una rendición hasta un cruce de disparos. Una posibilidad era que Qurashi se hiciera explotar.

"Una de nuestras principales preocupaciones era que se suicidara causando el derrumbe de la estructura y matara a los demás en el edificio", reconoció un alto oficial militar.

El funcionario puntualizó que el equipo de operaciones se apoyó en ingenieros para determinar la solidez del edificio de hormigón. Concluyeron con "alta certeza" que una explosión solo destruiría el último piso.

El escondite en la provincia de Idlib estaba a solo 15 kilómetros al norte de donde el predecesor de Qurashi en el Estado Islámico, Abu Bakr al Baghdadi, también se había suicidado en octubre de 2019 para evitar su captura tras la incursión de un comando estadounidense.

Estados Unidos había establecido una recompensa de 10 millones de dólares por Qurashi, al poco tiempo de que asumiera el mando del EI.

A comienzos de esta semana, Biden fue informado de la situación y le dio visto bueno al operativo el martes por la mañana en la Casa Blanca.

La operación resultó prácticamente de acuerdo al plan.

Mientras Biden, la vicepresidenta Kamala Harris y otros funcionarios monitoreaban en tiempo real en la Sala de Crisis, helicópteros estadounidenses volaron con dos docenas de comandos, según las autoridades, hacia el objetivo, rodearon el edificio y advirtieron a los vecinos que se mantuvieran alejados.

El equipo les pidió a todos que abandonaran el edificio que tenín como objetivo. Una pareja y sus hijos salieron del primer nivel y fueron llevados a un lugar seguro, explicó el alto funcionario.

Momentos después, el último piso estalló y destruyó la mitad de la estructura, dejando intacto el nivel inferior.

Las fuerzas estadounidenses comenzaron a avanzar, pero una pareja en el segundo piso se atrincheró y comenzó a dispararles.

"El lugarteniente de ISIS y su esposa fueron muertos", confirmó el funcionario, sin dar detalles, y agregó que cuatro niños salieron y fueron llevados a un lugar seguro. 

Después de la incursión quedaron preguntas sin responder sobre cuántas realmente personas murieron.

El Observatorio Sirio de Derechos Humanos dijo que entre las al menos 13 personas muertas durante la operación había siete civiles, cuatro de ellos niños. 

El portavoz del Pentágono, John Kirby, aseguró que al menos tres civiles murieron: la esposa de Qurashi y sus dos hijos.

Mientras tanto, el oficial militar estadounidense informó que ocho niños y dos adultos fueron puestos a salvo.

Sin embargo, el funcionario reconoció que no estaba claro cuántos niños había en el último piso al momento de la explosión, y que la pareja en el piso inferior pudo haber estado con más niños.

La operación hace recordar el asalto de 2011 en Pakistán en el complejo del líder de Al Qaida, Osama bin Laden, donde un helicóptero de Operaciones Especiales se estrelló y también tuvo que ser destruido, debido a su sensible tecnología a bordo.

Además, se reportó un cruce de disparos entre las tropas estadounidenses y hombres armados locales sin identificar que abrieron fuego al final de la operación.

El funcionario confirmó que al menos dos de los hombres murieron y que ningún estadounidense resultó herido.

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