En un giro inesperado en el escenario comercial internacional, ha instruido a varios de sus proveedores en China —principalmente en las provincias exportadoras de Jiangsu y Zhejiang— a reanudar de inmediato los envíos hacia , tras semanas de desaceleración provocada por una nueva ola de aranceles recíprocos entre Washington y Pekín. Esta decisión, reportada por el medio South China Morning Post, sugiere un movimiento táctico que podría anticipar una distensión en la guerra comercial entre ambas potencias.

Según declaraciones de exportadores chinos, Walmart ha aclarado que los costos adicionales derivados de los aranceles recientemente impuestos por el presidente —que alcanzan hasta el 145% y en algunos productos incluso el 245 %— serán absorbidos por el mercado estadounidense. Esto significa, en términos concretos, que los consumidores de Estados Unidos pagarán directamente por los efectos del conflicto arancelario. El vicepresidente de una empresa papelera de Zhejiang detalló que los proveedores no cubrirán dichos aranceles, lo que confirma la postura del gigante minorista.

Este resurgimiento en las órdenes de importación se produce en un contexto de marcada incertidumbre. Tras el anuncio de nuevas rondas de en abril, muchos importadores estadounidenses cancelaron o suspendieron pedidos, reduciendo el volumen de compras desde China en más de un 40 % en relación con el mismo período del año anterior. Ahora, los términos han cambiado: los envíos serán bajo condiciones FOB, en lugar del tradicional DDP, lo que transfiere la responsabilidad aduanera a los compradores estadounidenses.

El aparente cambio de rumbo coincide con declaraciones ambivalentes del presidente Trump, quien primero endureció el discurso comercial y luego aseguró estar dispuesto a reducir “considerablemente” los aranceles. Aunque afirmó haber dialogado con el presidente chino Xi Jinping, Beijing negó que esa llamada se haya producido. Aun así, analistas chinos sugieren que existen canales de comunicación informales y que las acciones de Walmart podrían estar anticipando una negociación en curso o al menos un cese táctico en la escalada.

Paralelamente, Amazon ha rechazado implementar un sistema que transparente el costo de los aranceles en su plataforma, decisión que fue duramente criticada por la Casa Blanca. La administración Trump la calificó de “acto político”, y llegó incluso a reactivar acusaciones antiguas sobre presuntas colaboraciones entre Amazon y entes mediáticos estatales de China. Este incidente refuerza el tono ideológico del conflicto comercial, mientras las grandes empresas maniobran para evitar la disrupción de sus cadenas logísticas.

compra anticipadamente debido a posibles negociaciones entre Estados Unidos y China

El hecho de que Walmart —uno de los mayores importadores de bienes chinos del mundo— reanude las compras y permita que los aranceles sean trasladados al consumidor estadounidense no es una simple operación logística: es un termómetro preciso del nuevo estado de la guerra comercial. Las compañías multinacionales están leyendo que el endurecimiento de Trump es más ruido electoral que política estructural. En otras palabras, el mercado se está adelantando a la política, como tantas veces ha ocurrido.

Este movimiento también revela una dura realidad para el estadounidense promedio. El proteccionismo sin subsidios internos, sin reemplazos industriales claros y sin una red sólida de manufactura nacional, acaba impactando directamente en los precios finales. Walmart, que atiende a un público de ingresos medios y bajos, está comunicando con esta acción una verdad incómoda: el costo de la guerra comercial no lo asume China, sino el consumidor estadounidense.

Desde una perspectiva estructural, el dilema es profundo. La administración Trump insiste en fortalecer la industria local, pero sus medidas están generando tensiones de corto plazo que amenazan con disparar la inflación en productos básicos. Si Walmart, con su escala y poder de negociación, no puede absorber los aranceles, es difícil imaginar que pequeñas empresas o cadenas minoristas regionales puedan hacerlo. La presión se multiplica hacia el ciudadano común, sobre todo en un año electoral.

Finalmente, esta situación refleja el agotamiento del enfoque unilateral en política comercial. Los aranceles masivos como táctica de presión han demostrado ser impredecibles y costosos. El sistema comercial global no responde de inmediato a estímulos coercitivos, sino a marcos negociados y estables. Si Estados Unidos no restablece una diplomacia económica sólida con China, lo que comenzó como una estrategia para proteger empleos podría terminar como un boomerang inflacionario, sin ganadores reales.

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