La peor ola de incendios forestales en España del siglo está dejando un paisaje desolador: cientos de miles de hectáreas quemadas, muchas de ellas de enorme valor medioambiental, casi 34.000 personas desalojadas de sus casas y hogares destruidos. "Todo era un infierno", relatan los vecinos.
Con el avance voraz de las llamas de muchos megaincendios considerados de sexta generación -el ya catalogado como el fuego más grave de la historia de España desde que hay registros llegó a arrasar hasta 4.000 hectáreas por hora-, los equipos de extinción y policiales tuvieron tiempo de evacuar a miles de vecinos, pero no pudieron hacer nada por salvar algunas de sus casas.
La aldea de San Vicente, en Vilamartín de Valdeorras (Orense, en la región de Galicia), quedó arrasada por las llamas, y una de las vecinas que vivía en el pueblo cuenta a EFE, abatida, que se sintió "morir" al ver cómo ha quedado su casa, reducida a cenizas.
"Era una casa grandísima por la parte de abajo", señala la mujer, que lamenta que donde estaba su hogar ahora "ya no hay nada".
Por eso lleva tres días sin levantarse de la cama. "Sentí morir al verla así", confiesa ante lo que queda de lo que fue su casa, donde nació y donde vivieron también sus padres, sus abuelos y hasta sus tatarabuelos.
Ahora, todas son preguntas: "¿La voy a reconstruir?, ¿con qué?, ¿me la van a devolver como estaba?".
Otro vecino sí ha logrado salvar la casa, pero se pregunta "de qué" le vale. "¿Para traumatizarme más?", reflexiona.
Y es que cree que ahora no va a llegar el vehículo que le llevaba el pescado o la carne, y está sin agua, sin suministro de luz, aunque cuenta con un generador que le llevó un familiar.
"Toda esta zona era un infierno", relata Vanesa, vecina de la parroquia de Bendollo, en Quiroga, también en Galicia, después de una noche en la que el incendio amenazó durante horas este núcleo de población, en el que -denuncia- se vieron "completamente solos" y sin ayuda de medios profesionales de extinción.
Fueron unos voluntarios llegados de fuera los que contuvieron las llamas e impidieron que se quemaran casas y hubiese daños mayores, a costa de una larga noche tras la que "hay gente que aún no ha dormido".
Y es que en el norte y centro del país, como las regiones de Galicia y Castilla y León, el fuego ha consumido aldeas enteras, y mucha gente tuvo el tiempo justo de huir con lo puesto.
Así ocurrió en Mantinos, Villalba y Fresno del Río (Palencia): una bolsa de ropa, la medicación y la incertidumbre de no saber qué quedará en pie cuando regresen: "Nunca pensamos que tendríamos que dejar nuestra casa por un incendio forestal. Nos fuimos con lo puesto", dijeron los vecinos en uno de los desalojos exprés, este domingo.
En minutos, y en plena ola de calor abrasador, el verano se convirtió en un éxodo hacia un polideportivo, transformado en un improvisado refugio donde la incertidumbre convive con la solidaridad entre camas plegables, botellas de agua, ventiladores y voluntarios.
“Fue todo muy caótico”, resume a EFE Manuel, vecino de Villalba. “Ya teníamos algo preparado por si acaso, pero cuando te dicen que salgas de tu casa, es un mazazo. Lo que te pide el cuerpo es quedarte a ayudar, pero no te dejan. Y te vas con miedo, con impotencia, sin saber qué va a pasar con lo tuyo”, relata.
A su lado, Pilar recuerda lo primero que metió en la bolsa: “La medicación. Luego algo de ropa. Pero te quedas en blanco, no sabes qué llevarte”.
“Lo peor es la impotencia de ver el fuego tan cerca y no poder hacer nada. Te desalojan y piensas en tu casa. Y en la gente que tiene ganado, en los animales y los que se quedaron con los tractores para intentar frenar las llamas”, explica otro vecino desalojado.
"Nadie piensa que un día puede tener que salir corriendo porque el fuego se acerca a su pueblo”, ha explicado a EFE Monse Juanes, psicóloga de Cruz Roja. “Al principio muchos estaban angustiados, incluso en shock, pero hoy el ambiente es más tranquilo porque llegan noticias algo mejores. Lo más duro es asumir que tu casa, tu vida, puede estar en peligro”.