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El presidente Donald Trump ha modificado unilateralmente una de las piedras angulares del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), al imponer una nueva regla de origen para la industria automotriz que eleva el Valor de Contenido Regional (VCR) al 85%, una cifra superior al 75% acordado en la negociación original.
Esta modificación fue implementada mediante una orden ejecutiva firmada el martes, sin consulta previa con sus socios comerciales y sin esperar el proceso formal de revisión trilateral previsto para el segundo semestre de 2025.
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La nueva directriz establece que, a partir de este año y en un plazo de 12 meses, los fabricantes de automóviles deberán incorporar al menos un 85% de contenido proveniente de Estados Unidos, México o Canadá para poder beneficiarse de la exención total de aranceles.
En un segundo año, ese umbral se elevará a 90%. La medida implica una presión directa sobre la cadena de suministro automotriz, al tiempo que introduce un sistema de compensación temporal para aligerar parcialmente el impacto financiero sobre los fabricantes establecidos en territorio estadounidense.
Según el texto oficial difundido por la Casa Blanca, esta acción tiene como objetivo reducir la dependencia de insumos extranjeros, reforzar la producción nacional y fortalecer la base industrial del país en nombre de la “seguridad nacional”.
Entre los incentivos temporales, se contempla una compensación equivalente al 3.75% del precio de venta sugerido por cada vehículo producido en Estados Unidos durante el primer año, cifra que bajará a 2.5% en el segundo.
Asimismo, se permitirán reducciones parciales en los aranceles aplicables a vehículos que mezclen contenido nacional con importado, siempre que no excedan ciertos umbrales. A pesar de presentarse como una medida de estímulo industrial, la decisión ocurre en un contexto políticamente cargado.
Durante un mitin en Michigan, Trump justificó su orden ejecutiva con declaraciones directas contra México y Canadá, acusándolos de haber “robado” entre 40% y 45% de la producción automotriz estadounidense. “No queremos sus autos, queremos construir los nuestros”, sentenció.
La retórica nacionalista refuerza una estrategia electoral basada en el regreso de empleos manufactureros, aunque los datos de inversión extranjera directa y la interdependencia regional en la industria automotriz contradicen ese enfoque simplista.
La proclamación también especifica que los aranceles automotrices no serán acumulativos con los de acero, aluminio o incluso los nuevos gravámenes vinculados al tráfico de fentanilo, salvo en el caso de importaciones desde China.
De este modo, la administración busca evitar que el cúmulo de tarifas afecte excesivamente a las empresas norteamericanas que aún dependen de autopartes externas.
No obstante, la advertencia es clara: se impondrán sanciones estrictas a los importadores que intenten obtener reducciones arancelarias más allá de los límites autorizados.
Trump reescribe el T-MEC por decreto sin aprobación de Canadá y México
La decisión de Trump de reconfigurar por decreto uno de los pilares del T-MEC envía una señal clara a los mercados y a sus socios comerciales: la política comercial de su segundo mandato será más intervencionista, más volátil y menos multilateral que nunca.
Aunque presenta la medida como una herramienta para recuperar empleos y fortalecer la industria, el impacto real podría ser más disruptivo que beneficioso, especialmente para la compleja red de proveedores y ensambladores que operan a ambos lados de la frontera.
En términos legales y diplomáticos, la orden ejecutiva representa una fractura en el espíritu trilateral del T-MEC. El tratado establece mecanismos de revisión y renegociación, no decisiones unilaterales impuestas desde Washington.
Forzar a la industria a cumplir con nuevos estándares sin el consenso de México y Canadá tensiona los cimientos de la cooperación regional y, de continuar esta tendencia, podría desencadenar conflictos ante paneles de solución de controversias o incluso en la OMC.
Desde el punto de vista industrial, el incremento al 85% de contenido regional plantea un desafío logístico de gran magnitud. La cadena de suministro automotriz en Norteamérica está diseñada para operar con eficiencia, no con improvisación.
Elevar los requisitos sin otorgar el tiempo suficiente para adaptaciones estructurales podría generar escasez de piezas, aumentos de costos y eventualmente precios más altos para los consumidores estadounidenses.
Lejos de fortalecer la producción, podría fragmentarla si las empresas optan por producir fuera del tratado y pagar el arancel, sobre todo en un entorno global donde otros países ofrecen subsidios y estabilidad normativa.
El timing de esta proclamación también es estratégico: Trump anticipa la revisión oficial del T-MEC y fuerza a sus socios a entrar a la mesa con una desventaja negociadora.
Mientras México enfrenta una transición de liderazgo y Canadá acaba de nombrar a un nuevo primer ministro, Trump impone condiciones que se alinean con su retórica electoral, pero que comprometen la estabilidad del acuerdo comercial más importante de la región.
En esencia, ha convertido una herramienta técnica —la regla de origen— en un arma política de presión bilateral.