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El crítico literario no duda en señalar que Inés Arredondo (1928-1989) es “uno de los más notables nombres de la ficción breve mexicana”; la autora de una obra que responde a la búsqueda de lo esencial, a la búsqueda de una economía expresiva concisa y contundente.
“Ciertamente hay una audacia temática que se acerca a temas escabrosos, como el incesto o la violencia de pareja que no eran usuales en la literatura mexicana del medio siglo. Ella abre los caminos a las siguientes generaciones de escritores para transitar con mayor confianza. Lo hace con esa prosa transparente y cercanía a la experiencia dramática de los personajes, también lo hace con el manejo de la alusión, una característica tan ‘arredondiana’”, afirma Beltrán Félix.
El narrador asegura que aunque los cuentos de Inés no redondos no son cuentos cerrados, hay un sentido que se le escapa al texto y que el lector es invitado a completar o a especular.
“El lector es desafiado a una experiencia en los bordes de la perversión, de la sordidez, de la crueldad que lo trastoca. Sí, hay un desafío de Inés Arredondo a completar esa zona de ambigüedad que el cuento abre pero no cierra”, señala el autor de “Cualquier cadáver”.
Uno de los principales recursos que Arredondo muestra es el examen psicológico de los personajes a través del monólogo dramático en los textos en primera persona, del discurso indirecto libre, o del resumen de la situación de éstos desde sus motivaciones psicológicas.
Geney Beltrán dice que se trata de una prosa clásica, por eso también hay una ambición de transparencia, de limpidez expresiva, de tal manera que el lenguaje no estorbe, que no llame la atención sobre sí mismo. “Se permite imágenes poéticas, algunas muy deslumbrantes, pero no abusa de ellas, no sobrecarga su expresión; la prosa está en función de la evolución dramática de los personajes. Esa poética implícita en la obra de Arredondo responde a la búsqueda de lo esencial”.
Para el ensayista y traductor esa exploración que hace Inés Arredondo en el mundo intimista de la afectividad y de las pasiones de los personajes, además de que son temas universales, provocan en el lector un efecto a veces inquietante, bastante cercano a su experiencia.
Lo que Beltrán Félix busca en “Estío y otros cuentos”, que reúne lo que a su gusto son los mejores 16 relatos de la autora, es conseguir más lectores para esta gran escritora que goza del reconocimiento de la gente de letras, pero no del gusto de un público que merece conocerla.
La antología demuestra que la prosa de Inés Arredondo es enormemente expresiva, de gran precisión, producto de un gran trabajo autocrítico despiadado. “Me gusta pensar en Inés Arredondo como la primera antologadora de sí misma, ya que sólo publicó un libro de cuentos cada diez años. Sospecho que cada uno de sus libros esconde muchos otros cuentos que descartó, borradores o versiones que trabajó pero que no están en un libro”.
Beltrán Félix señala que al hacer esta selección con cuentos como: “Estío”, “Olga”, “La señal”, “La Sunamita”, “Mariana”, “Las palabras silenciosas”, “Orfandad”, “Río subterráneo” y “Lo que no se comprende”, se hizo la pregunta “¿si Inés Arredondo viviera aún, cómo armaría ella esta antología, puesto que era tan exigente consigo misma?”.
El estudioso también de la obra de Elena Garro y Esther Seligson asegura que Arredondo es una fabuladora del deseo femenino silenciado, lo que le permite representar a personajes femeninos que no saben cómo expresar los movimientos de su sexualidad al mismo tiempo que la sociedad les reprime. “Esa represión que no termina de abrir espacio a las mujeres y no las reconoce como sujetos sexuales, sino como objetos puestos ahí para satisfacer el deseo masculino lo plantea ella hasta en su técnica narrativa”, concluye el escritor.

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