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Cuando llega diciembre no nos importa romper con la dieta y empezamos a comer con poco control, especialmente durante la cena de Navidad. A veces podemos estar satisfechos, pero seguimos comiendo. Después, nos lamentamos cuando nos sentimos mal por el exceso y prometemos no volverlo a hacer. Para nadie es novedad cerrar el año con algunos kilitos adicionales.

Con la disminución de la temperatura ambiental, nuestro cuerpo nos demanda calorías, por lo que comemos más alimentos ricos en grasas y azúcares.

Por ello, nuestro organismo siente la necesidad de ingerir mayores cantidades de alimento para compensar el calor corporal que podría perderse por las bajas temperaturas. En muchos casos, tendemos a consumir dulces y derivados. Además, al ingerir carbohidratos, aumentamos la actividad de la serotonina, neurotransmisor relacionado con el bienestar y el placer.

Pero bien sabemos que las cantidades de alimentos que ingerimos se quedan un poco legos de esas necesidades físicas. Es común que cuando estamos aburridos nos sentemos frente al televisor a ver series y nos la pasemos comiendo.

A todo lo anterior, súmale la cena de Navidad. Sí, el rico pavo, los romeritos, la ensalada de manzana, más cualquier otro alimento que se nos atraviese por el camino. Y al día siguiente, aunque ya sentimos la indigestión, no sabemos decir que no al recalentado.

Estamos seguros que varios allá afuera están sufriendo de la cruda alimenticia. Por eso, en nuestra galería te dejamos algunos tips para consentir a tu estómago después de un atascón navideño.

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