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Con frecuencia se ha utilizado esta comparación para ejemplificar el impacto de los latinos en la economía norteamericana, también para demostrar el cambio cultural que ha sufrido Estados Unidos en las últimas décadas.

Tacos, burritos y quesadillas son parte de la dieta americana, al grado que la mayoría de la gente ni siquiera los considera comida étnica, es tan normal su consumo que pocos se ponen a pensar el origen de los mismos.

Con ellos llegó la salsa de tomate, que se ha coronado consistentemente como el rey de los condimentos en Estados Unidos por encima del kétchup en los últimos 20 años.

La mezcla de jitomates, cebolla, chiles y cilantro, tan tradicional en la comida mexicana, es parte de la dieta estadounidense.

Esto ha sido aprovechado por las compañías de la Unión Americana como Frito Lay, dueña de la marca Tostitos y cuya versión de salsa es la más vendida en el país.

En 1995, el dueño de la marca Heinz defendía su producto diciendo que el kétchup le gustaba a la gente de todas las edades y que la salsa jamás sería tan popular, el tiempo probó que estaba equivocado.

El mercado de la salsa en la Unión Americana supera los 784 millones de dólares anuales contra 278 millones del kétchup.

Un factor por el cual en números la salsa supera al kétchup es que se vende más cara, en promedio un frasco de salsa cuesta alrededor de 3.50 dólares contra 2.29 de la marca líder de kétchup.

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