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El presidente Donald Trump y algunos de sus funcionarios coquetean con una teoría atípica de que un laboratorio chino liberó al coronavirus al mundo. Sin presentar evidencia alguna, intentan nuevamente culpar a China por las infecciones y decesos relacionados al COVID-19 en Estados Unidos.

“Cada vez más escuchamos esta historia”, afirma Trump.

El secretario de Estado Mike Pompeo añade: “El simple hecho de que no tengamos las respuestas —de que China no haya compartido las respuestas— creo que es muy revelador”.

El consenso científico al respecto sigue evolucionando. Pero los expertos apuntan de manera abrumadora a que los análisis del genoma del coronavirus descartan la posibilidad de que haya sido elaborado por humanos, según insinúan algunas teorías conspirativas.

Tampoco es probable que el virus haya salido de un laboratorio negligente en China, afirman.

“Lo pondría en una lista de 1.000 escenarios distintos”, dijo Nathan Grubaugh, de la Universidad de Yale y que estudia la epidemiología de enfermedades microbiológicas.

Los científicos señalan que el virus se formó naturalmente en los murciélagos. Dicen que la teoría principal es que la infección en los humanos comenzó en un mercado de animales de la ciudad china de Wuhan, probablemente de un animal que fue infectado por un murciélago.

De cualquier forma, Pompeo y otras personas están acusando a un instituto gestionado por la Academia de Ciencias de China y que ha realizado investigaciones de vanguardia para rastrear los posibles orígenes del virus del SARS, descubriendo nuevos virus en murciélagos y la manera en que podrían llegar a las personas.

“Sabemos que el Instituto de Virología de Wuhan está a unas cuantas millas de donde estaba el mercado de artículos frescos”, dijo Pompeo el miércoles a Fox News. El instituto se ubica a unos 13 kilómetros (8 millas) del mercado.

Funcionarios estadounidenses afirman que la embajada de Estados Unidos en Beijing expresó sus preocupaciones sobre posibles problemas de seguridad en el laboratorio de Wuhan en 2018, pero subrayaron que no existe evidencia de que el virus se haya originado en ese lugar casi dos años después.

El episodio revela que las dos potencias mundiales — el país de donde salió el virus originalmente y el país con más infecciones y decesos relacionados con éste — no están exentos del manejo de teorías endebles y del uso de la propaganda para desviar la atención de los problemas en su respuesta a la pandemia. China difundió previamente el rumor falso de que los estadounidenses fueron los que llevaron el virus.

Tanto Beijing como Washington malgastaron tiempo crucial en responder al brote.

Más de 3.000 personas se habían infectado antes de que el gobierno chino informara al público de las conclusiones a las que había llegado seis días antes: que probablemente se desencadenaría una pandemia.

Beijing ignoró las primeras señales de advertencia, al grado que se le aseguró a la población de que había bajo riesgo de un contagio sostenido entre seres humanos incluso cuando las personas infectadas comenzaban a ingresar a hospitales de todo el país y se registró el primer caso en el extranjero, en Tailandia.

El gobierno chino intentó culpar a Estados Unidos, copiando el hábito de Trump de llenar sus tuits con signos de exclamación. “El ejército de Estados Unidos pudo haber traído la epidemia a Wuhan”, tuiteó el portavoz del ministerio del Exterior de China, Zhao Lijian, el 12 de marzo. “¡Sean transparentes! ¡Difundan sus datos! ¡Estados Unidos nos debe una explicación!” Subsecuentemente, China dejó de promover esa mentira a nivel internacional.

Estados Unidos, que también tardó en tomar en serio la amenaza, se ha rezagado respecto a otros países en su respuesta a la pandemia.

Trump no cumplió con sus promesas iniciales de hacer análisis masivos, un factor clave en la contención de la enfermedad. Estados Unidos aún tiene problemas para abastecer a hospitales, trabajadores de salud y pacientes con necesidades en un ambiente de confusión que está transformándose en un caos. Más de 640.000 personas han enfermado de COVID-19 en el país, sin contar la enorme cifra de casos que no han sido registrados, y más de 31.000 han muerto.

En ese contexto, existe demasiada presión para encontrar un chivo expiatorio.

Después de semanas de enormes elogios al desempeño del presidente chino Xi Jinping durante la pandemia, Trump ha recurrido a culpar a China y a suspender las contribuciones de Washington a la Organización Mundial de la Salud, a la que acusó de repetir la desinformación proveniente de Beijing.

En Estados Unidos, los alegatos de que el virus fue creado o liberado en un laboratorio chino surgieron apenas semanas después de que el brote comenzó, y se esparcieron rápidamente desde los sitios marginales de internet hasta el público en general, avivadas por los teóricos de conspiraciones de todas las estirpes.

La realidad es mucho más simple, asegura el doctor Gregory Poland, director de investigación de vacunas en la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota.

“El virus es un coronavirus típico de los murciélagos que ha desarrollado la capacidad de infectar a otros mamíferos, y los murciélagos también son mamíferos”, comentó. “Lo que está haciéndose evidente es que el origen natural de esto encaja con las dinámicas de contagio y la biología de todo ello”.

Sea lo que sea que piensen sobre la idea de una filtración en un laboratorio, los funcionarios de Trump no han acogido la descabellada teoría de que China pudo haber creado o liberado el virus por medio de ingeniería genética o con malas intenciones.

“No tengo mucha fe de que ellos estén siendo sinceros con nosotros”, dijo el secretario de Defensa Mark Esper el jueves en el programa “Today” de NBC. Sin embargo, “una gran mayoría de las posturas actuales indican que es natural, que fue orgánico”.

Y es una especie de distracción en un país que está haciendo frente al peligro actual, pareció insinuar.

“Una vez que superemos la pandemia tendremos oportunidad de mirar hacia atrás y descubrir realmente qué ocurrió”, afirmó.

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