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El número de nuevos casos de covid-19 en Estados Unidos ha regresado a niveles no vistos desde abril, en la primera parte de la pandemia.

A diferencia de Europa y partes del este de Asia, Estados Unidos nunca bajó de su pico de contagios. Mientras otros países pueden prepararse ya para una segunda ola del virus, la nación más afectada del mundo todavía está experimentando la primera.

En abril, el número de nuevos casos diarios superó los 30.000, que se estabilizaron por un tiempo en alrededor de 20.000 en mayo, antes de volver una vez más a superar los 30.000 en los últimos días.

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Estas cifras reflejan el impacto acumulativo de los brotes regionales. Nueva York y el noreste del país se convirtieron en epicentro de la pandemia en febrero y marzo, pero desde entonces han controlado los casos y sus curvas tienen forma de campana como las de Europa.

Pero desde junio, la covid-19 ha explotado en el sur y el oeste del país, en estados como Arizona, Florida y Texas, pero también en California que, como Nueva York, fue golpeado al principio y tomó medidas drásticas de cierre de inmediato.

El aumento se ha relacionado en parte con grandes congregaciones de gente el feriado del Día de los Caídos, el 31 de mayo, la flexibilización de los cierres oficiales y la creciente indulgencia a nivel individual.

El uso de los estadounidenses de la mascarilla facial depende de la zona del país y de la persuasión política.

Las autoridades federales recomiendan cubrirse la boca y la nariz y mantener una distancia física de al menos 1,5 metros de las personas con las que no se conviva. Pero eso no se ha hecho obligatorio en muchas de las regiones que ahora experimentan un incremento de los contagios.

Por otra parte, en ciudades como la capital, Washington, el uso de máscaras es la norma, y las personas también las usan voluntariamente al aire libre.

Estas diferencias reflejan la polarización política del país: muchos republicanos consideran que cubrirse el rostro es una afrenta a su libertad y una conspiración de los demócratas para avivar el miedo.

California, gobernada por un demócrata, emitió una orden de uso de tapaboca en todo el estado, pero el sentimiento no es monolítico y los antimáscara se han manifestado en algunas áreas, como el Condado de Orange, al sur de Los Angeles.

Sin embargo, hay indicios de que algunos hacia la derecha del espectro político pueden estar repensando esa postura.

El gobernador de Florida, el republicano Ron DeSantis, que durante mucho tiempo se resistió a los pedidos de emitir una orden estatal sobre el uso de mascarillas, fue visto poniéndose una en un acto público esta semana, después de evitarlas en apariciones anteriores.

"Todos deberían usar una maldita máscara", dijo el martes el senador republicano Marco Rubio, también de Florida.

Realmente no. Es cierto que al incrementarse el número de pruebas, se están captando más casos leves que al comienzo de la pandemia.

Pero la tasa de crecimiento de los casos está superando el mayor nivel de pruebas, y los estados que sufren aumentos también están viendo que el porcentaje de pruebas que dan positivo supera el 5% de los test realizados, señal de una propagación desenfrenada, según la Organización Mundial de la Salud.

Florida, de hecho, ha visto una reducción en las pruebas junto con un aumento de casos. El incremento de los contagios también se ve en el creciente número de hospitalizaciones en Texas, Arizona y, en menor medida, en California. 

Y donde aparecen los casos, también llegan las muertes unas semanas más tarde. Por lo tanto, la tasa de mortalidad en Estados Unidos, que había estado cayendo durante meses, se ha estabilizado en una meseta que corresponde a brotes que estallaron a finales de mayo.

Sí, según los datos de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) analizados por expertos de la Universidad Harvard.

"La proporción de pruebas de covid-19 positivas en menores de 65 años aumentó del 63% al 82% del 1 de marzo al 31 de mayo", dijo el investigador Thomas Tsai. 

Esto parecería coherente con la idea de que los jóvenes, hasta ahora los menos vulnerables al virus, están inquietos y ansiosos por volver a la "normalidad".

Los epidemiólogos también están rastreando el impacto de las protestas contra el racismo que estallaron tras el asesinato del afroestadounidense George Floyd a manos de policías blancos el 25 de mayo.

"Hace unos meses, las cifras aumentaban, principalmente concentradas en algunos estados, mientras que ahora están mucho, mucho más extendidas", dijo William Hanage, epidemiólogo de Harvard.

Y agregó: "El aumento que estamos viendo ahora tiene la capacidad de producir muchas más enfermedades en el futuro".

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