Adultos arrojando dulces a niños en el patio frontal de sus casas. Recorridos en auto de casas embrujadas. Pequeñas fiestas en jardines en lugar de grandes aglomeraciones y desfiles. Caminos más anchos en laberintos de maíz.

Halloween, la fiesta familiar que tantos estadounidenses añoran, lucirá muy diferente en la pandemia mientras los padres y personas que proveen diversión navegan una infinidad de restricciones y preocupaciones de seguridad.

Algunos esperan esta fiesta con más ansias que nunca, pues este año cae sábado y en una noche de luna azul.}

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Todavía está por decidirse en muchas áreas si los niños podrán ir de puerta en puerta, o de automóvil en automóvil en algún estacionamiento, en busca de caramelos y chocolates.

Los Ángeles inicialmente prohibió el clásico “truco o trato” y entonces redujo su prohibición a una recomendación.

Otros eventos han sido cancelados o alterados, desde el Half Moon Bay en California hasta el legendario Sleepy Hollow en Nueva York.

En un típico Halloween, en la Avenida Clark en Webster Groves, un suburbio de St. Louis, los vecinos salen a decorar sus casas y jardines con espeluznantes esqueletos, lápidas y calabazas y hasta 1.000 personas acuden para seguir una vieja tradición: contar un chiste para recibir un dulce.

No este año. Probablemente no haya bolsas de palomitas de maíz, tazas de chocolate ni algodón de azúcar que repartir a cambio de las risas de los residentes.


“Planeamos decorar la casa como de costumbre para que las familias puedan sentir el espíritu de Halloween en sus paseos nocturnos”, dijo Kirsten Starzer, madre de dos hijos de 11 y 15 años. “Colgaremos un letrero que diga, ‘¡Nos vemos el próximo año!’”.

Junto a la costa del Pacífico, a unos 40 kilómetros (25 millas) al sur de San Francisco, este Halloween iba a ser un hito para el Half Moon Bay Art & Pumpkin Festival. El evento de dos días, ahora cancelado, por lo general atrae hasta 300.000 personas de todas partes del mundo para ver el desfile de carrozas y bandas escolares.

“Se suponía que iba a ser nuestro 50mo año. Supongo que tendremos que celebrarlo en 2021”, dijo Cameron Sinn, un empresario local que preside el festival. “Este año tenemos otras cosas de qué preocuparnos”.

Un evento realizado una semana antes, el Safeway World Championship Giant Pumpkin Weigh-Off, seguirá adelante sin público; el concurso para encontrar la calabaza más pesada pasará a realizarse de manera virtual. Una calabaza de Gran Bretaña podría romper el récord si logra llegar hasta Half Moon Bay. De hacerlo, su cultivador recibiría un premio de 30.000 dólares.

Todavía queda algo de diversión en Sleepy Hollow más de 200 años después de que Washington Irving publicara su clásica historia del jinete sin cabeza que aterrorizaba al desventurado Ichabod Crane. Pero los muertos vivientes y locos que usualmente entretienen en la casa solariega de Philipsburg no estarán presentes para la atracción anual Horseman’s Hollow.

Esta, también, ha sido víctima de la pandemia. Al igual que un festival popular en Shawnee, Kansas, un suburbio de Kansas City, donde niños llenan de paja ropa donada para hacer sus propios espantapájaros.

En North Kansas City, Missouri, los parques y departamentos de recreación de la ciudad cancelaron su celebración de Halloween en el parque e invitaron en vez a las familias a recoger una caja misteriosa que contiene dulces y otras sorpresas.

“La salud y seguridad de nuestros niños y familias es nuestra prioridad en estos momentos”, explicó la ciudad en su cibersitio.

Aunque el futuro es incierto para la costumbre de ir de casa en casa pidiendo caramelos, los estadounidenses han estado abasteciéndose de dulces. Las ventas de chocolates y caramelos con tema de Halloween en Estados Unidos subieron 70% en comparación a 2019 para las cuatro semanas que terminaron el 9 de agosto, según la Asociación Nacional de Confiteros.

Distintos escenarios para obtener dulces circulan en redes sociales. Algunos planean arrojar caramelos de lejos a los niños que pasen por sus casas; otros consideran usar palos largos con ganchos para colgar tobos con caramelos, o largos conductos para enviar los dulces a sus destinatarios disfrazados respetando las normas de distanciamiento.

Alina Morse, una joven emprendedora de 15 años a las afueras de Detroit, sugiere decorar un árbol con caramelos para que los niños puedan acercarse y arrancar el que deseen.

“Seleccionar un dulce de un árbol hace que la experiencia segura de autoservicio sea mucho más divertida”, dijo Alina, quien encabeza Zolli Candy. 

Nada de eso suena suficientemente seguro para algunos padres recelosos de ir de puerta en puerta con sus hijos. Otros están dispuestos a hacerlo, si en sus áreas se permite.

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