Amiga de la realeza británica, romances con multimillonarios, era el perejil de todas las salsas del circuito de fiestas de la "jet set" neoyorquina e internacional, aunque con un aura de misterio.

Ahora, ha sido condenada a pasar 20 años tras las rejas después de que un jurado la declaró culpable en diciembre de tráfico sexual de menores para el financiero multimillonario que se suicidó en la cárcel en 2019 cuando aguardaba a ser juzgado por ese delito.

No obstante, la condena es menor que los entre 30 y 55 años que pedía la fiscalía por su "responsabilidad" en el tráfico de menores y la "falta total de remordimientos", tras reclutar entre 1994 y 2004 a jóvenes menores para ser explotadas sexualmente por Epstein, con quien mantuvo durante casi tres décadas una relación sentimental, amistosa y profesional.

Su defensa había pedido a mediados de junio clemencia para su defendida y una condena inferior a 20 años.

Se trata de una caída a los infiernos para la hija del que fuera magnate de la prensa británica, el todopoderoso Robert Maxwell, fallecido en 1991 en circunstancias misteriosas al caer de su yate frente a las Islas Canarias (España).

Durante el juicio, la acusación describió a Ghislaine Maxwell, de 60 años, nacida en Francia, con nacionalidad británica, francesa y estadounidense, quien estudió en la universidad de Oxford, como la mano derecha y cómplice de Epstein, a quien conoció poco después de la muerte de su padre.

Maxwell y Epstein erigieron un entramado para captar decenas de jóvenes, de un entorno sociocultural vulnerable, para satisfacción sexual del financiero, a cambio de dinero.

Dos de las denunciantes declararon en el juicio que tenían 14 años cuando Maxwell empezó a acercarse a ellas ganándose su confianza antes de proponerles que dieran masajes a Epstein y tener sexo con él.

Testigos aseguraron que Maxwell facilitó, y a veces participó, en los abusos, aprovechándose de las víctimas a las que con anterioridad les había hecho sentirse "especiales".

El nombre de Maxwell estuvo bajo los focos en 1991 cuando su padre -que durante seis años fue miembro del Parlamento británico- se cayó de su yate, el "Lady Ghislaine", nombrado así en honor a su hija pequeña adorada.

Tras lo que pareció un accidente del hombre de negocios judío de origen checoslovaco, hecho a sí mismo, cuya familia pereció en los campos de exterminio nazis, empezaron a conocerse detalles de los problemas financieros que atravesaba su conglomerado, el Mirror Group Newspapers, que empañaron el nombre de la familia.

Eso no impidió que Ghislaine Maxwell llevara una vida opulenta en, codenándose con la élites económicas y políticas y convirtiéndose en asidua del circuito de fiestas.

En su círculo de amigos, se encontraban el hijo de la reina de Inglaterra, el príncipe Andrés, el magnate de los bienes raíces que llegó a ser presidente de Estados Unidos Donald Trump y la familia de Bill y Hillary Clinton, entre otros.

Maxwell era una experta buceadora y piloto de helicópteros que fundó la ONG mediambiental, ahora disuelta, TerraMar Project.

No está claro cómo conoció a Epstein. Lo que sí quedó claro, según los testigos que desfilaron por el juicio, es que durante años el multimillonario financió su lujosa vida, incluso transfiriéndole dinero para comprarse un helicóptero.

La defensa de Maxwell considera que su defendida fue víctima de la influencia nefasta que ejercieron tanto su padre -"autoritario, narcisista y exigente"- y de Epstein.

La relación con el financiero fue "el peor error de su vida", aseguró recientemente la defensa para tratar de suavizar la imagen -y la condena- de quien fue descrita durante el juicio como "depredadora sofisticada, que sabía perfectamente lo que hacía".

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