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Juana Martínez es una mujer originaria de Michoacán que creció con sus 11 hermanos en una región campesina donde sembraba frijol y levantaba la tierra; donde sólo estudió hasta segundo de primaria y donde aprendió de su padre a organizar y a inventar, y de su madre a mantener vivas las preguntas. “Oficialmente no estudié, pero he estudiado toda la vida, ha sido una escuela mi propio avance”.
Las obras de Juana serán presentadas este miércoles por primera vez en una exhibición. “Juana. Fragmentos de un mundo que todavía no existía” es el nombre de la exposición que abre en la galería Nina Menocal. La muestra incluye sus trabajos sobre tela y madera, y esculturas en ollas de barro que interviene con una técnica inventada por ella, con papel picado y reciclado, reunidos en sorprendentes propuestas de color; a la par se presentará un video de su vida y trabajo. La exposición es curada por Paloma Porraz y Nancy Ramírez.
“A los nueve años pregunté a mi madre por qué el mundo era así; le dije que lo que veía no me gustaba; no me gustaba la diferencia de clases. Me dijo que no sabía, que a veces era la voluntad de Dios. Le dije: ‘No, debe haber algo más’. Y dije: ‘Desde hoy en adelante no voy a descansar hasta saber”.
A los 19 años de edad, Juana dejó el rancho de la familia, que se encuentra en los límites entre el estado de México y Michoacán, cerca de Dos Estrellas. Su búsqueda continuó en los grupos de la religión, en grupos misioneros; estuvo en la Ciudad de México y viajó a varias partes del país con distintas comunidades, aprendió por ejemplo de la Teología de la Liberación. Sin embargo, la religión no le dio las respuestas que buscaba desde 1961.
Sobre esta época cuenta: “Me decían: ‘Lo que buscas no existe’. Y yo decía: ‘Existe porque lo pienso’. Y me llegó la frase: ‘Tú buscas sin saber lo que buscas’. Entonces dije: ‘Me busco a mí y quiero saber quién soy’.”
A comienzos de los años 90, Juana Martínez dejó de participar y convivir con estos grupos religiosos y buscó trabajar en una casa de familia; comenzó a ser niñera en la casa de un empresario. “Fue en Las Lomas, con el señor Manuel Arango, trabajé 21 años en la casa de él, desde el 92 hasta 2013”.
Estar en la casa, reflexiona Juana, fue una forma de protegerse, de tomar conciencia de lo que quería decir: “Se me presentaron cuatro cosas; escritura, teatro, que se me facilita, canto —mi papá me comparaba con las aves del campo— y pintura... No había estudiado para ninguna”.
Las primeras ideas se las dio a un pintor, pero cuando éste falleció se dio cuenta de que tenía que empezar a hacer lo suyo. “Con polvo de flores comencé a pintar: las disecaba, molía y pintaba, pero se decoloraban. Viendo los cestos de los papeles, apartaba la basura y guardé esos papeles, y dije: ‘Con esto me voy a expresar’.”
Comenzó el diseño con el papel a partir de 2006, sobre una especie de bastidores y, en otros casos, sobre las cazuelas. En 2013 dejó su trabajo para dedicarse a las obras y volvió al rancho para crearlas.
Bajo la consigna de “Expresa como puedas, pero expresa lo que traes adentro”, Juana ha ido desarrollando sus obras. Las primeras las vendió y las más recientes son las que llegan a la galería Nina Menocal.
Juana Martínez trabaja todavía con papeles de los que se tiraban en la casa, con tijeras y luego recorta: “Selecciono colores, dejo fuera unos, los voy viendo, no sé cómo va a quedar. La imagen está en la mente, sobre el título que está en mi mente, me voy”.
Juana reflexiona: “No podemos hacer lo que tenemos que hacer si no sabemos quiénes somos. Como no recordamos de dónde venimos, no podemos identificar lo que vamos a hacer. Cuando supe quién era supe qué hacer y empecé con la obra”.
La muestra incluye 20 obras entre cazuelas y en papel sobre tela o madera; sus precios oscilan entre 890 a 2 mil dólares. Este miércoles abre en la galería Nina Menocal, Rafael Rebollar 56.

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