Beijing cerró el miércoles en torno al 10% de las estaciones de su gran red de metro como medida adicional contra la expansión del coronavirus.

La autoridad del metro indicó en un breve mensaje que se habían cerrado 40 estaciones, la mayoría en el centro, dentro de las medidas de control de epidemia. No se dio una fecha de reapertura del servicio.

Beijing está en alerta por contagios de COVID-19. Restaurantes y bares sólo sirven comida a domicilio o para llevar, los gimnasios han cerrado y las clases presenciales se suspendieron de forma indefinida. Importantes atracciones turísticas de la ciudad como la Ciudad Prohibida y el Zoo de Beijing han cerrado sus salas de exposición bajo techo y operan a capacidad parcial.

Unas pocas comunidades donde se identificaron casos se han aislado. Los residentes de zonas “controladas” han recibido orden de quedarse dentro de los límites de la ciudad, incluidas 12 zonas consideradas de alto riesgo y 35 de riesgo intermedio.

Los residentes de la ciudad deben hacerse tres pruebas a lo largo de la semana, en un esfuerzo de las autoridades de identificar y aislar los casos sin imponer duras cuarentenas como las de Shanghái y otros lugares. El acceso a la mayoría de espacios públicos requiere un negativo en una prueba en las 48 horas previas.

Beijing registró el miércoles apenas 51 casos nuevos, cinco de ellos asintomáticos.

Los cierres de estaciones deberían tener relativamente poco impacto en la vida de la ciudad, ya que China tiene varios feriados esta semana por el Día del Trabajador y muchos habitantes de la ciudad de 21 millones de personas ya trabajaban desde casa.

En un vecindario del centro considerado como de alto riesgo, las calles se veían prácticamente vacías el miércoles salvo por unos pocos repartidores en motocicletas y algún peatón o auto ocasional.

Todos los negocios estaban cerrados salvo supermercados y comercios de fruta y verduras.

En general, los residentes en otros barrios evitan las zonas de alto riesgo para evitar la posibilidad de que las apps de rastreo instaladas en prácticamente todos los celulares les den problemas más tarde para acceder a espacios públicos.

Aunque ha adoptado una estrategia más ligera en Beijing, en general China se ha atenido a su política de cero COVID, que restringe los desplazamientos, impone pruebas a ciudades enteras e incluye habilitar enormes recintos para tratar de aislar a todos los infectados. Las cuarentenas comienzan con edificios y vecindarios, pero terminan con ciudades enteras si el virus se propaga.

La ciudad más afectada ha sido Shanghái, donde las autoridades levantaban poco a poco las medidas que confinaron a la mayoría de sus 26 millones de habitantes durante casi un mes, y en algunos casos incluso más.

Shanghái reportó el miércoles otros 4,982 casos, todos salvo 260 asintomáticos, así como otras 16 muertes. Las cifras continuaban el descenso en la ciudad más grande de China, que el 13 de abril registró un máximo diario de 27.605 casos nuevos.

La cifra especialmente baja de muertos en un brote de más de 400,000 casos en la ciudad, donde se encuentran la bolsa más importante y el puerto más grande del país, ha provocado preguntas sobre cómo se contabilizan esas muertes.

Las duras y criticadas restricciones han provocado escasez de comida y atención médica, así como un impacto más amplio -aunque probablemente temporal- sobre la economía nacional. Ciudadanos desesperados e indignados han confrontado a las autoridades en barricadas y en internet, gritado desde sus ventanas y golpeado cacerolas en un indicio de su frustración e indignación.

Las autoridades comunistas, que no toleran la disidencia, han intentado eliminar esas protestas de internet y atribuido las quejas, incluidas las caceroladas, a agitación provocada por “fuerzas extranjeras antichinas”.

Dentro de la reapertura, Shanghái empezó esta semana a ordenar a las instituciones de salud que reanudasen sus servicios lo antes posible.

En el céntrico Hospital de Huashan, los pacientes llenaban la sala de espera y las filas se salían de algunos departamentos. Aunque el número de pacientes había bajado en unos dos tercios respecto a la oleada anterior, su estado tendía a ser más grave.

El jefe de dermatología de Huashan, Wu Wenyu, dijo que atendía a pacientes que habían demorado su tratamiento por el brote, algunos de ciudades fuera de Shanghái.

“Por ejemplo, un paciente con herpes zóster tendrá mucho dolor. Puede que se haya sentido muy mal en casa, pero no podía ir al hospital debido al COVID”, explicó Wu. “Pero ahora muchos pacientes vienen a ver al médico".

Los administradores del hospital dijeron que habían programado las citas para evitar aglomeraciones.

En algunos centros residenciales sólo se permitía que un miembro de cada familia saliera dos veces por semana para comprar, en algunos casos también para recoger artículos para los vecinos.

Ling Jiazhao, gerente de un supermercado en el distrito oriental de Pudong, dijo que la tienda limitaba los clientes a 50 a la vez.

“Espero que no cause una congestión. Cada comunidad tiene de dos a cuatro horas para salir a comprar, de modo que la mayoría de los miembros lo completará en una hora”, dijo Ling.

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