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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se ha convertido -durante su actual Administración- en el "constructor en jefe" de una remozada Casa Blanca, con múltiples planes de renovación que van desde remplazar baños que no le gustan o planificar un Arco del Triunfo en Washington hasta construir un gigante salón de baile financiado por magnates que han contribuido a sus campañas.
Desde su vuelta al poder en enero pasado, Trump se ha dedicado a remodelar la sede del Ejecutivo estadounidense. Un desfile de objetos chapados en oro en cada repisa, en las chimeneas, en los picaportes de las puertas y en las lámparas -casi idénticas a las de su club privado en Florida, en Mar-a-Lago- saltan a la vista en cada evento público.
"Siempre he sido un constructor y ahora estoy construyendo una nación que es respetada nuevamente", mencionó Trump la semana pasada en una cena que auspició para dos docenas de magnates que han decidido financiar, con doscientos millones de dólares, un salón de baile para novecientas personas que el mandatario ofreció en el marco del 250 aniversario de la fundación del país.
Trump dijo que "siempre habían querido un salón de baile" y bromeó al decir que "no tenían un agente inmobiliario", en referencia a si mismo como gestor de proyectos.
Sobre la costosa construcción, Trump afirmó que "es el precio de tener acceso al presidente", frente a donantes que calificó como "leyendas", entre ellas el petrolero Harold Hamm, prominente financista de las campañas del republicano.
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